Sí, no es fácil establecer criterios, ni críticas, de lo que
es o no es la literatura. Tenemos medios de comunicación inmensos que nos dejan
sin saber dónde tenemos que colocar, sutilmente tan amplio mundo literario. Teorías,
registros, y mil y una palabras más, para deshacer, como un terrón de azúcar en
un café, lo que cada uno denomina literatura.
No debemos de olvidar, que ante todo es un acto de
comunicación, un saber hacer, un mundo, dentro de otras realidades cuyo
objetivo es, que sea el lector quien de forma y acento a su lectura.
Hoy, como en otros tiempos no es fácil ser tejedor de letras,
tampoco lo es un camino de rosas, ser crítico o cronista, novelista, o poeta.
Me propongo a mí misma, desde el interior de mis oníricos mundos, desde las
orillas de lectora, antes que escritora, descorren con suavidad la cortina de
una crítica interiorista.
No hay mejor teoría literaria, que ser consiente uno mismo de
lo que se debe de decir, cómo, cuánto y fundamentalmente si hay algo que decir.
Supongamos que está todo dicho, lo único que debemos de
buscar es la forma de exponerlo, cada cual dentro de su Universo, de su
experiencia y de sus registros, o brújulas profundas, eso, y no otra cosa, es
lo que debe de mover a la palabra: la intención de crear, de decir y de
comunicarse con los del otro lado.
Así pues, la palabra tiene anclada, por sí misma una teoría
que se nos asemeja a un puzle complicado de montar, pero que sin duda, es el
escritor el que debe saber que pieza debe ir en cada momento.
Raquel Viejobueno
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