miércoles, 29 de mayo de 2013

In Ictu Oculi

Sé que atiendes al viento a través de la ventana,
mientras el río muda constantemente,
y ensordece la lluvia en el tejado del otoño.
Se han quedado los segundos colgados
donde el álamo tiembla y solloza.
No quedan los nidos de golondrinas en ninguna
de nuestras memorias…
Se apaga la vela
con el tacto de la mano enhuesada.
Es el mundo quien intenta nacer de nuevo
y escapar de la miseria de rotar de forma y lugar.
No sirve tener retórica, ni pergaminos,
es la sangre de cada uno la que es detenida
cuando los péndulos deciden pararse.
Es un abrir y cerrar de ojos,
lo que dura la historia de la vida.
Estamos mirando el cuadro en el museo
que hicieron con los recuerdos de cada uno,
y fue Valdés quien pintó la existencia
en un lienzo claro oscuro.
Es la guadaña quien toma nuestro destino de eternidad
para convertirlo en segundero loco y despistado.
Hay perdones arrodillados en el patíbulo
que nos dejan mudos.
No sirven las joyas en la piel, ni blancas sedas
para escapar del tic tac que resuena,
en la letanía de los sueños.
Los días se van vistiendo de guerras
y las piedras huyen hasta del mundo maltratado,
no existe la búsqueda inexorable por aprender
de la tierra abrasada,
ni del niño guardando su hambre.
Son fantasmas que persiguen al ser arrogante
y a cárceles de libertades a la orilla de la verdad.
Me quedo con el abrir y cerrar de los ojos,
de unos ojos con miradas consumidas,
en un cielo sin espacio,
sin ángulos ni vértices.
Ya lo dijo Valdés en el cuadro de la vida,
el cirio se ahogará en la mano enhuesada,
pero seguro que dejaremos ríos
donde los deltas griten el eco de todos.
Raquel Viejobueno

1 comentario:

  1. Hermoso poema, lindas metáforas, te felicito Raquel. Cariños de Marianela.

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