Estoy de puntillas al borde de
lo pequeño, donde nadie pudo regresar, en ese lugar estoy atrincherada en monte
inmenso. Claro que no soy agua que se evapora, pero sí rocío de aquel instante
de fuegos y sensaciones. Soy memoria de aquella voz dormida. El mapa del tiempo
se muestra ciego y pobre, le he puesto ojos. Nadie quiere ser tomillo ni jara
llorosa, y la tierra gime. El aire habla, cuenta, dice y se refugia en mis
tejidos de colores.
Después de cuatro mil quinientos años,
volvemos entre caminos de polvo, huellas, allí llené mis alforjas de rumores
del pasado.
Soy tierra, bandera blanca de paz, monte,
horizonte… siempre in memoria de aquellos que no pudieron decir, sólo callar.
Conseguí volver del otro lado…
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