viernes, 3 de mayo de 2013

Amores tardíos


 
Son en estas noches silenciosas, como el silencio de un autista engreído, donde atiendo el sigilo de la llamada de las letras, ese concierto elevado por encima del significado de expresar un subconsciente cansado, de rememorar las perplejidades de tu existencia. Me estremezco por dentro, y observo danzar el desfile de expresiones enriquecidas en mi cerebro, y una a unas disfrazadas con atuendos despoblados de amor, se hacen presentes frente a la vida. Es aquí donde comprendo la necesidad de tenerte, para plasmar y caminar junto con los renglones que más de una vez cubrí con mis antojos y caprichos, el amor tardío.

La noche es larga, pienso constantemente. El tiempo se detiene en los segundos de mi recuerdo, el recuerdo camina envejecido por los segundos de la ocasión, la ocasión es demasiado pobre para pagar el desorden de tu corazón, y tu corazón camina por espacios perdidos, y es aquí donde recuerdo de nuevo que la noche es larga, demasiado larga, y los instantes deseosos de apagar la luz y poner punto y final, y dejar el pasado como no venido o lo venido por pasado.

Se repita la misma sensación y no puedo eliminar mis dudas, en este momento siento la necesidad de amarte, y plasmar lo que nunca te dije, por mi cobardía orgullosa, y si acaso mencioné tales palabras, crearte en mi la represión, y esos términos se ahogaron en la intención de nacer, ahora recuerdo el amor tardío.

Demasiada claridad en los rincones de mi aposento, quizá descubran mis secretos más íntimos, quizá averigüen donde lo guardo todo, y hallen que realmente no tengo nada. Es triste pensar en lo que podría haber sido y no fue, en la realidad que lo cambió todo y en el sentido de verte morir, deshojando paso tras paso las inquietudes, las cuales me hacen sentirme transfigurado.

Cada otoño recuerdo la vida afirmando nuestro destino, en un martirio lento de vacilaciones y espantos. Las hogueras altivas, sobre la tierra prometida y esperada, cubierta por las doradas hojas ya caídas. Aquella inmortales llamas sacudían el arcano sólo y lozano en el aire de la vida. Después  detenerme y volver sobre mis pasos ya marcados, observo de nuevo la claridad de mi aposento, no soy digno de esa transparencia.

Me acongojo, siento que  mi corazón mengua por momentos, aturdido se encuentra, sólo y cansado de pesadumbre, desconsolado como un poeta cuando la inspiración no le surge, el cual vivió por la poesía, donde encontró el camino de la perfección, aquel Dios deseado y deseante que daba significado a la vida y a la muerte , a la satisfacción de expresar un amor traidor, una ternura dominante y una madre generosa, como un poeta que despierta de sus sueños más anhelados, creyendo que la poesía descansa a su vera, y al encender la luz descubre su tristeza. Me vuelvo a acongojar, esta vez más quebrado que nunca y aspiro el aire con suavidad y dulzura, y recuerdo  el amor tardío.

Son en estas noches desconsoladas para mí, donde te recuerdo, donde detengo el tiempo y me niego a vivir la vida sin ti. Son en estas noches, donde añoro tu figura, esos negros cabellos en combate con el viento, tu tez rosada deslizándose por los pómulos cargados de armonía, esos ojos verdes e inquietos, como las hojas tempranas de un almendro que al soplo del aire tiemblan. Recuerdo tu sonrisa, esas perlas luciendo en tus labios de color sangriento, que relucen en la confusión más innata. Así imagino que pronto estarás donde ayer hablabas y soñabas y hoy sin embargo no encuentro ni la huella. Son en esas noches donde ordeno con seriedad mis deseos, y te busco, y vuelvo a tocar lo que tú tocaste y siento tu aroma en el aire. Son en estas noches, donde la noción del tiempo no importa, y dibujo entre sombras el perfil de tu corazón, besado ya por  mis labios, empapados por la rememoración, así es el amor tardío.

M seguridad no me engaña, pienso con firmeza que cuando recibas mi carta, acosada por las letras, sabrás quien soy, me descubrirás ante el mundo que tan poco me comprende. Quisiera pedirte mi amada, una suplica pura y sincera, diez años han pasado desde mi ausencia, en los cuales  he navegado en la discordia, me he transportado desde las dimensiones infinitas al abismo de mi olvido, sin encontrar fortuna ni dicha que disfracen mi encarcelamiento, y pueda viajar por la fantasía de tu amor. He intentado desechar la idea que duerme en mi cerebro, representando que esta celda maldita, sigue siendo el aposento de mis alegrías.

Es mentira cerebro cruel, acompañante traidor de las noches de invierno, deja ya de mentir a las pobres sensaciones de tu cuerpo. Mi querida amada, he intentado trepar por los muros de más de mil piedras y mis pies parecen resbalar, he intentado desatar las rejas de mi ventana y mis manos parecen estallar en un auxilio, he intentado no volver a pensar en mi oscura retirada, he procurado vendar mis ojos con el olor fresco del alba, con las expresivas gotas que recorren las grietas de mi celda, pero es inútil, es tan pequeño espacio el que poseo que mis pies tropiezan el uno con el otro, y caigo rendido de no poder caminar.

No quiero ni pensar los acontecimientos que pueden haber ocurrido desde que marché por última vez, cuántas veces habrá llovido sobre los árboles, cuántas nubes viajeras habrán surcado los cielos, y habrán comentado con voz airosa sobre la desgracia de nuestro amor, cuantos jóvenes ambiciosos habrán hecho riquezas, quizá también hombres desventurados habrán cubierto tus pies de rosas y de preciosas joyas par tomar tu mano, que no tiene precio dentro de este mundo rival. Tú mi amada que culminas  mi vida de armonía serena, de opulencias incalculables y dejas paso a un amanecer distinto adornado con tu melodiosa voz, que es tan bella que sosiega la agresividad de las fieras, y toda la aldea se retiene alrededor de tu torre, bajo tus cabellos ya cepillados en el amanecer, y me admiran por poseer tal tesoro. No tengo palabras para expresar esas tardes, con el horizonte purpúrea y la brisa, una suave brisa que jugaba entre tu capa. Qué afortunado sería poder asemejarme a tal tejido para tocar tus espaldas, tu piel dorada, para ser abrigo de tu figura ilustre, y recorrerte de arriba abajo y perderme en el sentido de explorarte. En esas suntuosa fiestas de Corte, que orgulloso me sentía entonces, acariciaba la envidia desde arriba, esa sensación de mil ojos a tu alrededor, y yo te observaba con la cabeza en alto y los pies flotando en el espacio, y el tiempo se retenía en el instante de cruzar tus pupilas con las mías. Qué enfermedad es la que sufro que ningún licenciado de las mejores universidades conocen mi mal, qué extraños síntomas son estos que me retuercen por dentro, que no consigo encontrar el sueño, y no hay medicina alguna, ni siquiera bálsamos prodigiosos que puedan aliviarme tal dolor.

Que desafortunado me siento que no sólo pierdo la vida, esa jugosa criatura que descansa en nuestra alma, sino tu amor, aquí en carcelado por un crimen que nunca cometí, por un delito falso que cargo  en mis espaldas por la cobardía de unos rufianes. Hasta donde vamos a ir a parar mundo cruel, si tuviese una espada atravesaría mi cuerpo. Justicia penosa, amargura gigante. Que afortunado me sentiría viéndome colgado del  pedestal más alto, de un inmenso barco, antes de sufrir estas injusticias, estos penares.

Mi amada sino fuera por tu recuerdo golpearía tu cabeza con el muro más duro de mi celda hasta que me sangrasen las ideas para poder volver a tu lado. Criatura hermosa, no eres digna de un miserables como yo que te atormenta y no manda explicaciones. Un suspiro no es suficiente para pedir perdón, ni un pensamiento puro, ni un arrebato de cólera en el cual podría perder la vida, espero que comprendas el por qué de esta misiva. Ingrato mundo, no cesaré de decirlo, que desagradecido es el amor que viéndome sufrir de este modo no me concede la satisfacción. Cuándo llegará el guardián de mi enfermedad, para que corriendo como los vientos, atraviese las tierras conquistadas y entienda en tus humildes manos la correspondencia de un desamparado como yo. Si pudiera convertirme en pájaro, escaparía de mi amargura, y una vez fuera flotando, gozando de mi libertad bendita, no perdería ni un momento, no habría duda alguna de que camino seguir, mi corazón sería la veleta que me indicaría el norte, que es donde te encuentras, y abriría mis alas con tanta fuerza que dejaría el rastro y pasaría a la historia al como escape de mi celda maldita.

Oigo ruidos, sigilosos pasos se acercan donde me encuentro apresado. Si lo divino me otorgase la suerte que alguien liberase este indigente cuerpo, todas esas vacilaciones en mi cerebro serían pasado y el presente caminaría conmigo susurrándome al oído la presencia del futuro. Tales comentarios internos serían destruidos y pasarían a formar parte del mundo de los vivos. Vuelvo a oír ruidos, mi esperanza crece por momentos, la angustia se encoge por segundos, quizá algún mensajero, con carta de mi amada. El miedo se apodera de mí. Puede ser que el horror este presente en ellas, si es así, ni siquiera quiero leerlas, ni tocarlas.

Resígnate amigo y siéntate un instante en tu celda. Durante días completos, durante noches de largas horas has soñado con un momento eterno, han pasado tantos inviernos, que no eres consciente de la realidad. Han pasado tantos veranos, que quizá cuando salgas de esta prisión no recuerdes el camino por el que soñabas de niño, quizá tu amada haya contraído matrimonio con otro varón, y tu sin embargo durante diez años, cuando por tus oídos resuenan algún ruido piensas en tu libertad, que injusto es ser tan soñador y siempre tener alguna palabra o alguna explicación. Todas estas reflexiones se pasaban por mi cabeza, todos estos recuerdos caminaban descalzos por los torrentes de amargura de mi espíritu. Pero aún siendo así, no me cansaba de murmurar, de decir, de gritar, que mundo cruel que no me permite desojar mi corazón ante la vida, qué injusticia la mía, que en esa noche de primavera me hicieron prisionero sin tener culpa de ningún hecho, sin poder despedirme de mi querido amor, sin poder decirle que la vida es larga y aunque mis palabras vulgares y pobres, el amor es grande e intenso, sin poder decir que no tengo más remedio que cumplir mi condena injusta, pero aun saliendo de esta celda con la vejez a cuestas, me convertiré e n pájaro y volaré con los recuerdos d e mi juventud, y seguirá el amor encendido dentro de mi, porque es la única causa por la cual mi degradante vida tiene un sentido ante mí. Si pudiera asegurar que en vez diez años transcurridos, pudiera transformarlo en un sólo día de ausencia, volvería a su torre a oír su melodiosa voz, a observar su suprema figura ante mi mediocre cuerpo.

La realidad me golpea y vuelvo a grita mundo cruel. Ahora comprendo el amor tardío.

Descansaré por  unos minutos, y después cuando mi sorda tempestad se haya calmado, volveré a emprender la batalla, contra estos muros alevosos. Después de que mi ciego amor haya encontrado su nido para lamentarse de su tardanza, emprenderé la huida se mis presunciones, y con más sosiego escribiré mis letras, de una forma distinta, para que tus dignos ojos, no se lastimen de mi desgracia tan injusta.

Daría un mundo cubierto de bienes por poder observar una vez más la inocencia de su ser, que me cautivó desde las profundidades de un precipicio, repleto de desconfianzas ante el mundo. Tu mi amada decoraste con frescos colores esta vaga pintura que representa mi pésima existencia.

Daría mi honor por poder tocar tu casta piel, que me condujo a perder las inquietudes peligrosas de mi vida, reteniéndome en la pequeña jaula del amor, haciéndome olvidar y causándome noche tras noche los sueños que jugaban en mi lecho junto con tu imaginada presencia. Pero sin embargo, no dejo de pensar, de gritar, mundo cruel, que retuviste aun hombre cándido, dejándolo sin aire con el que poder respirar.

A pesar de mis secos llantos, mi amada, si la suerte nos concede una sazón, mis letras llegarán a tus humildes manos, si por el contrario el infortunio reinase sobre nuestros cielos, descansaré tranquilo, ya que he intentando gritar con potente voz mi amor por ti.

Moriré pensando en  i ingrata vida y en este mundo cruel y maldito.

Así pues te acordará un día de un amante muy extraño, que te besaba a distancia para  no hacerte daño, aquel amante que caminaba ente tinieblas, con las manos vacías, porque te amo tanto que todo ello lo escondía. Aquel amante loco que soñaba contigo en los  brazos de su sombra. Te acordarás un día de aquel amante ajeno soñador de horas lentas y  muertas. De aquel hombre lejano que surcó el olvido sólo para amarte. Aquel que fue cenizas de todas las hogueras, y te amo en prisión con el corazón encendido. Te acordarás un día del hombre indiferente que en las tardes de lluvia te besaba a ciegas, viajero silencioso durante sus suelos. Te acordarás un día de aquel hombre remoto, del que más te ha querido, entre promesas y riquezas. Te acordarás de aquel amante y a veces callaba y sonreía y esperaba una mirada abierta, para tener las noches ocupadas, soñando en recordarlas. Es aquí mi amada, cuando de nuevo recuerdo los amores tardíos.

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