La
noche es larga, pienso constantemente. El tiempo se detiene en los segundos de
mi recuerdo, el recuerdo camina envejecido por los segundos de la ocasión, la
ocasión es demasiado pobre para pagar el desorden de tu corazón, y tu corazón
camina por espacios perdidos, y es aquí donde recuerdo de nuevo que la noche es
larga, demasiado larga, y los instantes deseosos de apagar la luz y poner punto
y final, y dejar el pasado como no venido o lo venido por pasado.
Se
repita la misma sensación y no puedo eliminar mis dudas, en este momento siento
la necesidad de amarte, y plasmar lo que nunca te dije, por mi cobardía
orgullosa, y si acaso mencioné tales palabras, crearte en mi la represión, y
esos términos se ahogaron en la intención de nacer, ahora recuerdo el amor
tardío.
Demasiada
claridad en los rincones de mi aposento, quizá descubran mis secretos más
íntimos, quizá averigüen donde lo guardo todo, y hallen que realmente no tengo
nada. Es triste pensar en lo que podría haber sido y no fue, en la realidad que
lo cambió todo y en el sentido de verte morir, deshojando paso tras paso las
inquietudes, las cuales me hacen sentirme transfigurado.
Cada
otoño recuerdo la vida afirmando nuestro destino, en un martirio lento de
vacilaciones y espantos. Las hogueras altivas, sobre la tierra prometida y
esperada, cubierta por las doradas hojas ya caídas. Aquella inmortales llamas
sacudían el arcano sólo y lozano en el aire de la vida. Después detenerme y volver sobre mis pasos ya
marcados, observo de nuevo la claridad de mi aposento, no soy digno de esa
transparencia.
Me
acongojo, siento que mi corazón mengua
por momentos, aturdido se encuentra, sólo y cansado de pesadumbre, desconsolado
como un poeta cuando la inspiración no le surge, el cual vivió por la poesía,
donde encontró el camino de la perfección, aquel Dios deseado y deseante que
daba significado a la vida y a la muerte , a la satisfacción de expresar un
amor traidor, una ternura dominante y una madre generosa, como un poeta que
despierta de sus sueños más anhelados, creyendo que la poesía descansa a su
vera, y al encender la luz descubre su tristeza. Me vuelvo a acongojar, esta
vez más quebrado que nunca y aspiro el aire con suavidad y dulzura, y
recuerdo el amor tardío.
Son en
estas noches desconsoladas para mí, donde te recuerdo, donde detengo el tiempo
y me niego a vivir la vida sin ti. Son en estas noches, donde añoro tu figura,
esos negros cabellos en combate con el viento, tu tez rosada deslizándose por
los pómulos cargados de armonía, esos ojos verdes e inquietos, como las hojas
tempranas de un almendro que al soplo del aire tiemblan. Recuerdo tu sonrisa,
esas perlas luciendo en tus labios de color sangriento, que relucen en la
confusión más innata. Así imagino que pronto estarás donde ayer hablabas y
soñabas y hoy sin embargo no encuentro ni la huella. Son en esas noches donde
ordeno con seriedad mis deseos, y te busco, y vuelvo a tocar lo que tú tocaste
y siento tu aroma en el aire. Son en estas noches, donde la noción del tiempo
no importa, y dibujo entre sombras el perfil de tu corazón, besado ya por mis labios, empapados por la rememoración,
así es el amor tardío.
M
seguridad no me engaña, pienso con firmeza que cuando recibas mi carta, acosada
por las letras, sabrás quien soy, me descubrirás ante el mundo que tan poco me
comprende. Quisiera pedirte mi amada, una suplica pura y sincera, diez años han
pasado desde mi ausencia, en los cuales
he navegado en la discordia, me he transportado desde las dimensiones
infinitas al abismo de mi olvido, sin encontrar fortuna ni dicha que disfracen
mi encarcelamiento, y pueda viajar por la fantasía de tu amor. He intentado
desechar la idea que duerme en mi cerebro, representando que esta celda
maldita, sigue siendo el aposento de mis alegrías.
Es
mentira cerebro cruel, acompañante traidor de las noches de invierno, deja ya
de mentir a las pobres sensaciones de tu cuerpo. Mi querida amada, he intentado
trepar por los muros de más de mil piedras y mis pies parecen resbalar, he
intentado desatar las rejas de mi ventana y mis manos parecen estallar en un
auxilio, he intentado no volver a pensar en mi oscura retirada, he procurado
vendar mis ojos con el olor fresco del alba, con las expresivas gotas que
recorren las grietas de mi celda, pero es inútil, es tan pequeño espacio el que
poseo que mis pies tropiezan el uno con el otro, y caigo rendido de no poder
caminar.
No
quiero ni pensar los acontecimientos que pueden haber ocurrido desde que marché
por última vez, cuántas veces habrá llovido sobre los árboles, cuántas nubes
viajeras habrán surcado los cielos, y habrán comentado con voz airosa sobre la
desgracia de nuestro amor, cuantos jóvenes ambiciosos habrán hecho riquezas,
quizá también hombres desventurados habrán cubierto tus pies de rosas y de
preciosas joyas par tomar tu mano, que no tiene precio dentro de este mundo
rival. Tú mi amada que culminas mi vida
de armonía serena, de opulencias incalculables y dejas paso a un amanecer
distinto adornado con tu melodiosa voz, que es tan bella que sosiega la
agresividad de las fieras, y toda la aldea se retiene alrededor de tu torre,
bajo tus cabellos ya cepillados en el amanecer, y me admiran por poseer tal
tesoro. No tengo palabras para expresar esas tardes, con el horizonte purpúrea
y la brisa, una suave brisa que jugaba entre tu capa. Qué afortunado sería
poder asemejarme a tal tejido para tocar tus espaldas, tu piel dorada, para ser
abrigo de tu figura ilustre, y recorrerte de arriba abajo y perderme en el
sentido de explorarte. En esas suntuosa fiestas de Corte, que orgulloso me
sentía entonces, acariciaba la envidia desde arriba, esa sensación de mil ojos
a tu alrededor, y yo te observaba con la cabeza en alto y los pies flotando en
el espacio, y el tiempo se retenía en el instante de cruzar tus pupilas con las
mías. Qué enfermedad es la que sufro que ningún licenciado de las mejores
universidades conocen mi mal, qué extraños síntomas son estos que me retuercen
por dentro, que no consigo encontrar el sueño, y no hay medicina alguna, ni
siquiera bálsamos prodigiosos que puedan aliviarme tal dolor.
Que
desafortunado me siento que no sólo pierdo la vida, esa jugosa criatura que
descansa en nuestra alma, sino tu amor, aquí en carcelado por un crimen que
nunca cometí, por un delito falso que cargo
en mis espaldas por la cobardía de unos rufianes. Hasta donde vamos a ir
a parar mundo cruel, si tuviese una espada atravesaría mi cuerpo. Justicia
penosa, amargura gigante. Que afortunado me sentiría viéndome colgado del pedestal más alto, de un inmenso barco, antes
de sufrir estas injusticias, estos penares.
Mi
amada sino fuera por tu recuerdo golpearía tu cabeza con el muro más duro de mi
celda hasta que me sangrasen las ideas para poder volver a tu lado. Criatura
hermosa, no eres digna de un miserables como yo que te atormenta y no manda
explicaciones. Un suspiro no es suficiente para pedir perdón, ni un pensamiento
puro, ni un arrebato de cólera en el cual podría perder la vida, espero que
comprendas el por qué de esta misiva. Ingrato mundo, no cesaré de decirlo, que
desagradecido es el amor que viéndome sufrir de este modo no me concede la
satisfacción. Cuándo llegará el guardián de mi enfermedad, para que corriendo
como los vientos, atraviese las tierras conquistadas y entienda en tus humildes
manos la correspondencia de un desamparado como yo. Si pudiera convertirme en
pájaro, escaparía de mi amargura, y una vez fuera flotando, gozando de mi
libertad bendita, no perdería ni un momento, no habría duda alguna de que
camino seguir, mi corazón sería la veleta que me indicaría el norte, que es
donde te encuentras, y abriría mis alas con tanta fuerza que dejaría el rastro
y pasaría a la historia al como escape de mi celda maldita.
Oigo
ruidos, sigilosos pasos se acercan donde me encuentro apresado. Si lo divino me
otorgase la suerte que alguien liberase este indigente cuerpo, todas esas
vacilaciones en mi cerebro serían pasado y el presente caminaría conmigo
susurrándome al oído la presencia del futuro. Tales comentarios internos serían
destruidos y pasarían a formar parte del mundo de los vivos. Vuelvo a oír
ruidos, mi esperanza crece por momentos, la angustia se encoge por segundos,
quizá algún mensajero, con carta de mi amada. El miedo se apodera de mí. Puede
ser que el horror este presente en ellas, si es así, ni siquiera quiero
leerlas, ni tocarlas.
Resígnate
amigo y siéntate un instante en tu celda. Durante días completos, durante
noches de largas horas has soñado con un momento eterno, han pasado tantos
inviernos, que no eres consciente de la realidad. Han pasado tantos veranos,
que quizá cuando salgas de esta prisión no recuerdes el camino por el que
soñabas de niño, quizá tu amada haya contraído matrimonio con otro varón, y tu
sin embargo durante diez años, cuando por tus oídos resuenan algún ruido
piensas en tu libertad, que injusto es ser tan soñador y siempre tener alguna
palabra o alguna explicación. Todas estas reflexiones se pasaban por mi cabeza,
todos estos recuerdos caminaban descalzos por los torrentes de amargura de mi
espíritu. Pero aún siendo así, no me cansaba de murmurar, de decir, de gritar,
que mundo cruel que no me permite desojar mi corazón ante la vida, qué
injusticia la mía, que en esa noche de primavera me hicieron prisionero sin
tener culpa de ningún hecho, sin poder despedirme de mi querido amor, sin poder
decirle que la vida es larga y aunque mis palabras vulgares y pobres, el amor
es grande e intenso, sin poder decir que no tengo más remedio que cumplir mi
condena injusta, pero aun saliendo de esta celda con la vejez a cuestas, me
convertiré e n pájaro y volaré con los recuerdos d e mi juventud, y seguirá el
amor encendido dentro de mi, porque es la única causa por la cual mi degradante
vida tiene un sentido ante mí. Si pudiera asegurar que en vez diez años
transcurridos, pudiera transformarlo en un sólo día de ausencia, volvería a su
torre a oír su melodiosa voz, a observar su suprema figura ante mi mediocre
cuerpo.
La
realidad me golpea y vuelvo a grita mundo cruel. Ahora comprendo el amor
tardío.
Descansaré
por unos minutos, y después cuando mi
sorda tempestad se haya calmado, volveré a emprender la batalla, contra estos
muros alevosos. Después de que mi ciego amor haya encontrado su nido para
lamentarse de su tardanza, emprenderé la huida se mis presunciones, y con más
sosiego escribiré mis letras, de una forma distinta, para que tus dignos ojos,
no se lastimen de mi desgracia tan injusta.
Daría
un mundo cubierto de bienes por poder observar una vez más la inocencia de su
ser, que me cautivó desde las profundidades de un precipicio, repleto de
desconfianzas ante el mundo. Tu mi amada decoraste con frescos colores esta
vaga pintura que representa mi pésima existencia.
Daría
mi honor por poder tocar tu casta piel, que me condujo a perder las inquietudes
peligrosas de mi vida, reteniéndome en la pequeña jaula del amor, haciéndome
olvidar y causándome noche tras noche los sueños que jugaban en mi lecho junto
con tu imaginada presencia. Pero sin embargo, no dejo de pensar, de gritar,
mundo cruel, que retuviste aun hombre cándido, dejándolo sin aire con el que
poder respirar.
A
pesar de mis secos llantos, mi amada, si la suerte nos concede una sazón, mis
letras llegarán a tus humildes manos, si por el contrario el infortunio reinase
sobre nuestros cielos, descansaré tranquilo, ya que he intentando gritar con
potente voz mi amor por ti.
Moriré
pensando en i ingrata vida y en este
mundo cruel y maldito.
Así pues
te acordará un día de un amante muy extraño, que te besaba a distancia
para no hacerte daño, aquel amante que
caminaba ente tinieblas, con las manos vacías, porque te amo tanto que todo ello
lo escondía. Aquel amante loco que soñaba contigo en los brazos de su sombra. Te acordarás un día de
aquel amante ajeno soñador de horas lentas y
muertas. De aquel hombre lejano que surcó el olvido sólo para amarte.
Aquel que fue cenizas de todas las hogueras, y te amo en prisión con el corazón
encendido. Te acordarás un día del hombre indiferente que en las tardes de
lluvia te besaba a ciegas, viajero silencioso durante sus suelos. Te acordarás
un día de aquel hombre remoto, del que más te ha querido, entre promesas y
riquezas. Te acordarás de aquel amante y a veces callaba y sonreía y esperaba
una mirada abierta, para tener las noches ocupadas, soñando en recordarlas. Es
aquí mi amada, cuando de nuevo recuerdo los amores tardíos.
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