No debemos dotar a la literatura
de género, pero sí expresar en ella todo lo vivido. Pareciera que las
experiencias de los autores pueden ser vestidos para calmar el frío del
invierno, o agua para mitigar la sed del arduo verano. Lo cierto, es que el
escritor, sea hombre o mujer, debe tener una crítica y criterio para dejar lo
que va viviendo a través de los años. Es así, como camina la literatura y otras
artes, en un constante movimiento social, como si fueran mareas, que tapan las orillas
de uno mismo.
Las mujeres a lo largo de la
historia, han sido expuestas a cargar con un papel, que no correspondía en
todos los ámbitos de la vida social del ser humano, llevándola, casi siempre a
un segundo plano. Desde esa posición tan injustificada, como irracional, las
escritoras y poetas, se ven obligadas a crear, lo que en literatura se denomina
“Universos femeninos”, que no dejan de ser otra cosa que espacios oníricos, o
simbólicos por donde sus inquietudes pasean desnudas, no sólo en un plano personal,
sino, social, político, artístico y económico. Desde la historia de la
humanidad se la ha visto reclinada a
favor de un hombre dominante, donde las
propias leyes, lo único que hacían eran enterrarlas un poco más en esos
Universos, que los escogía como única puerta de salida.
Existen muchas mujeres
escritoras, poetas, ensayista, artistas en todos los ámbitos, a lo largo de la
historia, que nos han dejado sus críticas a sus mundos reales. Las experiencias
de las jaulas donde mentalmente las encerraban para luego morir en el anonimato
de los que mandaban por ley divina, y terrenal.
Los Universos femeninos son,
todos ellos, bellísimos, no sólo en su contenido sino en su profundidad hacia
el deseo de escapar de un canon confundido y erróneo.
Nos llevaría mucho tiempo ir
enumerando una a una, siglo por siglo, aquellas mujeres que han dejado su vida,
o han creado una nueva vida paralela a la realidad, para comprometerse con su
tiempo y el futuro, enseñándonos su día a día asfixiante y cargante de compromisos
absurdos, que en muchos casos, las llevaban a permanecer y vivir en una fosa,
peor que la muerte.
Estamos obligados a mencionar y
recordar a Virginia Wolf, fabulosa escritora. Una de sus novelas que
expresan a la perfección este Universo femenino es “Una habitación propia” o también se la puede
encontrar con el título “Un cuarto propio”. En esta maravillosa novela la
autora despliega todas sus armas, para intentar entender y que entiendan las
inquietudes femeninas, lo hace con criterio y crítica y con una verdadera
sabiduría personal y narrativa.
Pero tampoco debemos pasar de
largo, a una maravillosa escritora española, nuestro último Premio Cervantes
femenino. Ana María Matute con su novela “La torre vigía”, donde los aspectos
simbólicos son frecuentes, y es cierto que esta obra se podría definir como una
novela de aprendizaje, donde es el narrador anónimo, el que refuerza el
carácter ejemplar de la fábula, donde el autor se volverá a encontrar con los
temas acostumbrados por la autora; el tiempo y sus estragos, la memoria, el
odio y el amor, etc.
Así podríamos estar durante días,
citando a estupendas autoras que han dejado su obra como legado de un mundo que
está obsesionado con diferenciar la vida entre lo masculino y lo femenino, sin
parar a pesar en la fantástica simbiosis que sería pertenecer todos a un mismo
cuadro.
Como siempre la literatura nos
deja sin palabras, y nos aporta una estupenda perspectiva, y realidad de
nuestro tiempo y tiempos pasados.
Raquel Viejobueno
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