Hoy toca guardarse el entusiasmo y caminar descalzo por los
caminos que un día se tronaron verdes y hoy son desiertos de pobrezas. Este
artículo tiene como objetivo introducir a los amantes de las letras a recorrer
una nueva vereda. La literatura debe ser, ante todo, testimonio de lo que
somos, o fuimos, o posiblemente seremos.
Difícil, o casi imposible, no dejar entre las líneas de cada
uno, la visión desolada de un mundo que no gira, no da vueltas, se ha quedado
estancado en la podredumbre del hombre.
La literatura, parece tener que vestirse de luto para hacer
homenaje a muertes como los derechos sociales, la curva de la justicia, la
corrupción de los gobiernos, la pobreza del decaído, la ansiedad del que se
quita la vida porque le arrebataron hasta las ganas de vivir, el hombre que
duerme en un coche roto por la vigilia de la noche, la mujer maltratada entre
los arañazos del que un día le juró amor eterno , el niño que llora desolado en
un rincón de su pesadilla, el anciano que no sabe dónde esconder su vejez, el
hambre que desgarra la carne y la deja desnuda en la mitad de la nada, el miedo
a no tener un Dios que todo lo cura. Las dimisiones de los que creíamos
líderes, el desasosiego de un pueblo que está acorralado entre pilares de
mentiras y promesas baratas que se pudren al Sol. La sociedad que da vueltas en
una abismo, sin encontrar un precipicio por donde saltar. Todo esto y más es la
crítica social, la realidad que el escritor debe reflejar con su pluma. No
importa que sea verso o en prosa, pero
sí, con palabra clara y potente.
No cabe duda que es un trabajo arriesgado, pareciera que nos
apuntan con una pistola en la sien de nuestra conciencia, en aquel hueco de los
terrores, pero debemos saltar del
escondite y dejar, no prestado, sino regalado, la denuncia social, porque será
de la única manera que pasaremos los años reguardados dentro de nuestros
escritos.
La literatura como arma política, como guadaña del poderoso
que teme que alguien le arrebate la cabeza del mandato, ahí entran los textos,
como tijeras, para recortar lo injusto y decir a todos los vientos que la
política mata, quita, te derrota, te hace gemir de impotencia, y a cambio, en
muchos casos, no te llevas más que la vergüenza de saber que existe.
Se debe luchar por encontrar un astillero donde amarrar el
barco de cada uno, sin que vengan oleajes y lo derriben. Es ahí, donde el
escritor, debe brindar todas sus armas.
Raquel Viejobueno
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