viernes, 3 de mayo de 2013

La literatura como arma política


Hoy toca guardarse el entusiasmo y caminar descalzo por los caminos que un día se tronaron verdes y hoy son desiertos de pobrezas. Este artículo tiene como objetivo introducir a los amantes de las letras a recorrer una nueva vereda. La literatura debe ser, ante todo, testimonio de lo que somos, o fuimos, o posiblemente seremos.

Difícil, o casi imposible, no dejar entre las líneas de cada uno, la visión desolada de un mundo que no gira, no da vueltas, se ha quedado estancado en la podredumbre del hombre.

La literatura, parece tener que vestirse de luto para hacer homenaje a muertes como los derechos sociales, la curva de la justicia, la corrupción de los gobiernos, la pobreza del decaído, la ansiedad del que se quita la vida porque le arrebataron hasta las ganas de vivir, el hombre que duerme en un coche roto por la vigilia de la noche, la mujer maltratada entre los arañazos del que un día le juró amor eterno , el niño que llora desolado en un rincón de su pesadilla, el anciano que no sabe dónde esconder su vejez, el hambre que desgarra la carne y la deja desnuda en la mitad de la nada, el miedo a no tener un Dios que todo lo cura. Las dimisiones de los que creíamos líderes, el desasosiego de un pueblo que está acorralado entre pilares de mentiras y promesas baratas que se pudren al Sol. La sociedad que da vueltas en una abismo, sin encontrar un precipicio por donde saltar. Todo esto y más es la crítica social, la realidad que el escritor debe reflejar con su pluma. No importa que sea  verso o en prosa, pero sí, con palabra clara y potente.

No cabe duda que es un trabajo arriesgado, pareciera que nos apuntan con una pistola en la sien de nuestra conciencia, en aquel hueco de los terrores, pero debemos  saltar del escondite y dejar, no prestado, sino regalado, la denuncia social, porque será de la única manera que pasaremos los años reguardados dentro de nuestros escritos.

La literatura como arma política, como guadaña del poderoso que teme que alguien le arrebate la cabeza del mandato, ahí entran los textos, como tijeras, para recortar lo injusto y decir a todos los vientos que la política mata, quita, te derrota, te hace gemir de impotencia, y a cambio, en muchos casos, no te llevas más que la vergüenza de saber que existe.

Se debe luchar por encontrar un astillero donde amarrar el barco de cada uno, sin que vengan oleajes y lo derriben. Es ahí, donde el escritor, debe brindar todas sus armas.

 

Raquel Viejobueno

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