Soy aquel asombrado
segundo que intenta escapar del tic tac del péndulo que nunca se detiene.
Sobriedad en la monotonía retenida del minuto aullador, y hora, en este ahora
que frena el reloj de hogueras y hielos. Llevo un traje tejido de días y en el
bolsillo los milenios del que cree poseer el instante encerrado en una botella.
Ebria del néctar del hoy no puedo parar el eco del instrumento que va
recogiendo mis huellas.
Oquedades en mi falda
de madera, cobre en mis brazos de segundero, donde soy lenta en la rapidez del
momento.
Hay líneas
indivisibles que llegan al límite, a marcar la diferencia de ser humano o
fantasma de necedades.
Me asombro y retengo ante los acantilados de
mi suicidio, única oportunidad de escapar de la demencia.
Una manada enfurecida desea atrapar el
maravilloso sentido de existir.
Estalla el volcán y con los ríos de lava
asciende a la bahía donde soñamos.
El pozo se ha quedado seco, aún a pesar de los
torrentes...
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