Fíjense en mi mirada, en aquella que postrada está en mi
cabecera. Allí existe un péndulo detenido. Nadie puede volver acariciar la
arena donde muero cada día, ni aquellos
caminos labrados de huellas impolutas.
Fíjense en mi piel, ya han pasado siglos de ese pudor
estancado en la yema de mi dedo.
Miren a la fotografía, allí vive un espejo que no refleja ni
el campo de batalla ni el bosque de secuoyas.
Fíjense bien, porque hay destellos que apagan la razón…
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