sábado, 4 de mayo de 2013

Esperpénticamente acorralados


Así estamos recogiendo miserias en cada paso que damos. Me traslado, con su permiso, a primeros del siglo XX, con uno de los autores claves de la literatura española, Valle- Inclán, y que menos que recoger su cosecha esperpéntica, como él lo reflejó en su obra dramatúrgica, poética y novelesca, para plasmar las miserias de España.

El uso de término esperpento no es exclusivo de Valle-Inclán, cierto que se identifica con su obra literaria creada, fundamentalmente, a partir de 1920, pero es de uso anterior, aunque su etimología no está todavía muy clara. Es interesante señalar que en esta época, no fue un término que pasó de los círculos literarios, a los ambientes populares, sino todo lo contrario, fue el escritor quien recogió del sentir popular, esa sensación esperpéntica que abarrotaba una España, que creyó rozar la gloria, y cayó en el más profundo desengaño.

En 1914, aparece por primera vez recogido en el diccionario de la Real Academia Española el término esperpento con la siguiente definición:

" Género  literario creado por Ramón del Valle-Inclán. En el que se deforma sistemáticamente la realidad, recargando sus rasgos grotescos y absurdos, a la vez que se degradan los valores literarios consagrados; para ello se dignifica artísticamente un lenguaje coloquial y desgarrado, en el que abundan expresiones cínicas y jergales», definición que se mantiene hasta la última edición del DRAE, en el que desaparece la alusión a los «valores literarios consagrados".

Corramos el visillo de los años y situémonos  a primeros del siglo XXI, donde la racionalidad, el modernismo y los avances tecnológicos hacen del hombre un ser avanzado, sabio y conocedor. Volvemos a navegar por el desengaño de la mentira, la codicia, y aún más el desahucio de los sueños, como el excelente escritor Caballero Bonald, expresó en su discurso en la entrega del Premio Cervantes, el pasado mes de abril de 2013. Así es, y seguirá siendo, el clamor popular, ha llegado a límites de abandono, donde no se sabe bien si estamos en una obra teatral de Valle-Inclán, o ha sido el esperpento quien nos ha atrapado en su más alta definición.

Pareciera estar todo perdido, el pueblo merecedor de otra realidad paralela a la que está viviendo, se sumerge en la indecisión de sus propias aventuras, deja los sueños, abandona los anhelos de sus primeros años de existencia y navega a la deriva de una sociedad consumida en cenizas, donde no se encuentra salida. Lo que antes era un imposible, en la actualidad es un hecho que nos deja sin poder mover ficha, cierto que la historia se repite, la gloria que debería encadenar más gloria, segrega por sus eslabones la perdida de todo.

Es imprescindible conocer y entender “La metáfora de los espejos deformantes”, les dejo parte de sus definición, para que puedan crear su propia obra teatral y situarse en un escenario, no menos real, pero eso sí, no desahucien sus sueños, en definitiva es lo único que nos mantiene vivos, libres y en pie, en tierras tan pantanosas, por muy imposibles que resulten, la posibilidad puede surgir en cualquier momento.

 

La metáfora de los espejos deformantes

 

El esperpento como auténtico género dramático hace su aparición en 1920 con la obra Luces de Bohemia. Esperpento. La metáfora conceptual de este nuevo género teatral partió de una localización real; se encontraba por entonces un comercio de ferretería, situado en la madrileña «calle de Álvarez Gato» (el «callejón del Gato» de Luces de Bohemia), cuya característica más llamativa era la fachada publicitaria, donde se hallaban un espejo cóncavo y otro convexo que deformaban la figura de todo aquel que frente a ellos posase.6 Esto, que se convirtió en un entretenimiento de la época, sería utilizado por Valle-Inclán como metáfora llevada a la escena teatral y a su narrativa.

 Así, la deformación de la realidad bien podía ser divertida, como de hecho lo era para los transeúntes, pero podía convertirse en algo más: en un espejo social, en una crítica, en una deformación exagerada de la realidad que devolvía la verdadera imagen que se iba buscando al enfrentarse al espejo.

 

Raquel Viejobueno

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