Todos estamos hecho del tiempo que nos falta y nos sobra. Mi infancia, mis silencios, miradas que no son más que un momento detenido, en el cual creí firmemente que nada era posible. Sueños desgranados en las yemas de la manos que tenían tanto que tocar, y me dí cuenta acumulando todos los días que anduve, que todo, en la vida es posible, incluso guadar el alma infantil en las mejores de las alforjas, amar en la distancia, vivir en los sueños, ser pájaro, sembrar montañas, valles y florecer desde uno mismo.
Raquel Viejobueno
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