martes, 7 de mayo de 2013

Valdés y yo

Continua la vela encendida, la mano enhuesada no ha tocado mi tierra de piel. Danza el clamor mudo  abandonado a la  orilla del labio. Se ha mudado la vida, donde la frontera con la muerte tiene varios espejos. Mi reflejo deforme, me hace ver la mentira y el fracaso, es un ictu oculi de dolor y lejanía. Hoy es la ausencia la que arde como un matorral en llamas de hielo. Se ha detenido todo, se han quedado mudas las plañideras del dolor. Es mi entierro un lapsus de melancolía disfrazado, y no soy yo quién viaja con la Dama, a las  afueras de Dios. Quedo expuesta a la viva muerte de peregrinar en tierras de nadie. 
Silencios. Todo silencios. 

Raquel Viejobueno.

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